“La verdad, «más valen dos que uno», porque sacan más provecho de lo que hacen. Además, si uno de ellos se tropieza, el otro puede levantarlo. Pero ¡pobre del que cae y no tiene quien lo ayude a levantarse! Y también, si dos se acuestan juntos, entran en calor; pero uno solo se muere de frío”.
Eclesiastés 4:9-11 TLA

Este es el manifiesto de esperanza de una esposa herida…

Estoy cansada de escucharte decir que debo dejar de hacerme la víctima, que predico lo que no aplico y que parezco disco rayado con mis quejas constantes. Que manera tan despectiva de hablar y quizás tengas razón; pero nada, absolutamente nada, te da derecho a arremeter contra mi dignidad de esa manera. Entiendo que es el calor de la discusión y que es la manera que tienes de defenderte ante mi inconformismo; sin embargo, es inútil justificar nuestra necedad delante de un Dios que conoce el panorama completo de nuestras batallas.

¿Quieres que acepte tus argumentos y sea radical en mis posturas de vida? Está bien, soy una víctima rayada de los golpes recibidos y las decepciones reiterativas que me han obligado a avanzar, aunque duela cada paso que de en este camino empedrado que decidí emprender a tu lado. Mis altas expectativas me han llevado una y otra vez al borde de un abismo sin fondo y pienso que es hora de aceptar que soy débil, vulnerable y frágil y que si bien esto puede ser cierto, no minimiza el impacto que la mentira y el engaño tienen en una confianza remendada por cada mala decisión tomada.

Si no quieres que sea víctima, deja de actuar como mi victimario. Asumes que una relación se mantiene sana como por arte de magia, cuando en realidad se requiere compromiso constante dentro de una batalla espiritual diaria. El matrimonio consiste en luchar juntos de la mano de Dios, haciendo SIEMPRE lo correcto; no obstante, cuando uno de los dos flaquea, la arena movediza de nuestros errores amenaza con ahogar la dignidad y el amor que permanece firme, cuando no vendemos nuestros principios y convicciones por placer efímero y con poca trascendencia.

Estamos rotos, heridos, remendados. No soy solo yo, tú también. Somos débiles y el enemigo se aprovecha de eso para atacar con más fuerza. La queja es queja cuando así es bautizada, lo que para ti es un eco de inseguridad, para mi es el clamor de apoyo, de cambio, de respaldo por parte de la persona que amo. Es la búsqueda de un amigo que me escuche, me comprenda y me anime y sí, entiendo que en el único en que puedo encontrar respuestas es en Jesús, pero tienes una responsabilidad delegada de hacerme feliz, así que cumple tu promesa y hazla realidad.

A esta última premisa me imaginó me dirás…¿y tú lo haces? Y yo te responderé que no… y nuevamente retomaremos el círculo inicial del engaño de satanás en el que nosotras las mujeres por ser emocionales por naturaleza, nos llevamos la peor parte, porque con el corazón dolido y la mente revuelta por pensamientos negativos, tenemos que dar un paso más, avanzar, omitir y callar; mientras que ustedes los hombres con el ego lleno de orgullo siguen adelante como si nada pasara. ¡Que desgaste!

Por favor, no ignoremos más lo que está sucediendo. Quebremos nuestro orgullo y luchemos por ser un matrimonio digno de un Dios que nos unió para que dejáramos de ser ordinarios individualmente y fuéramos extraordinarios juntos. Soñemos con una familia unida a Él, por cumplir un llamado de servicio que le honre y por dar ejemplo de humildad a nuestros hijos.Seamos artífices de pequeñas victorias que exalten el amor y la bondad que hemos recibido del cielo a pesar de nuestros errores.

Quiero que sepas que me mantendré firme, cumpliré mis votos y daré lo mejor de mí, por amor y fidelidad a un Dios que me lo ha dado TODO. Tú serás el principal beneficiado con mis palabras. Dame razones para no desfallecer en mi propósito. No me abandones deliberadamente, más valen dos que uno…yo creo en esta premisa.

Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com