“Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos”.
(Romanos 14:8 NVI)
He dejado de decir te amo y perdóname y mi vida se ha quedado en puntos suspensivos, esperando la continuación de una historia que ya no tiene partido en este mundo y que aún no sé si continúe en la eternidad.
Reímos, lloramos, abrazamos, amamos y a veces callamos lo que en nuestro corazón debíamos gritar a los cuatro vientos. Por pecados ajenos, verdades a medias y chismes infundados, permitimos que nos robaran el gozo, los ideales, la alegría de una amistad verdadera; perdimos tiempo guardando distancia cuando en realidad anhelábamos compartir las bendiciones que Dios nos había regalado. Nuestro camino desde niñas fue difícil al enfrentar una temprana maternidad y muchos retos que trataron de obstaculizar nuestro caminar hacia una vida exitosa. Hoy quiero escuchar tu dulce voz, disfrutar de ese carisma que te hacía única y aprender de ti el cómo sonreírle a la vida, aunque en tu interior la tormenta arrecie.
Tu muerte llegó de manera intempestiva, fue una muda despedida, aun me siento inútil y la tristeza suele visitar mi corazón. Bastó una corta conversación, para pedir perdón y perdonar; para escuchar tus sueños, para verme reflejada en tu ternura y belleza inigualable; el brillo de tus ojos verdes iluminaba aquella tarde con tu aire angelical; recuperamos 20 años suspendidos en el tiempo con una tarde acompañada de un helado y cargada de muchas emociones.
Dejaste un legado y estoy segura que el Señor te acoge hoy en su casa. Soportaste tus aflicciones en esta tierra con valentía, no te rendiste, no claudicaste, hasta el último momento controlaste tu destino. Empoderada, tomaste decisiones y en mi intimidad solo puedo pedirle a Dios, que me permita verte una vez más cuando sea llamada a su presencia.
Incomprendida y egoístamente señalada por un mundo que podía ver reflejado en tu rostro sus debilidades e imperfecciones al no poderse comparar con tu extraordinario encanto. Talentosa y revestida de la fuerza y dignidad necesarias para vencer cuanto gigante se cruzaba en tu camino. Te mantuviste firme, ejemplar, valiosa, valiente y esforzada. Diste fruto perdurable y los que quedamos aquí guardamos la esperanza de una semilla bien plantada en los dulces recuerdos de tu retoño de amor.
No soy quién para juzgar, señalar o cuestionar. Quisiera devolver el tiempo, tener un minuto más para decirte una y otra vez cuánto te admiro. Sabia, amorosa, inteligente y delicada, me enseñaste a caminar con la frente en alto sin mirar atrás. Bastó una tarde para entender que tu propósito trascendería a lo sobrenatural y que desde donde estás brillas con luz propia, cual estrella que en el firmamento alumbra mis noches de locura.
Helena, princesa guerrera, amada por Dios y tu familia. El Señor te protege y entre sus brazos te sostiene…nuestra historia en pausa queda hasta que podamos cumplir esa cita que tenemos pendiente y que jamás será olvidada.
Por y para la eternidad,
“Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.”
(Apocalipsis 21:4 NVI)
Escrito por Lilo de Sierra para www.conectadosconcristo.com