La vida está llena de buenos momentos y también de malos momentos. Uno de los grandes interrogantes de la humanidad es ¿por qué vivimos malos momentos?, y sin pretender tener la única respuesta, llego a una conclusión: sin ellos la vida sería otra ¡Es lógico! No parece una gran revelación; por supuesto que cada dificultad o circunstancia moldea tu carácter, la forma en la cual evalúas y te relacionas con el mundo, las personas e incluso con Dios.

Sin embargo darle un destino diferente a la forma en la cual nos relacionamos con esos malos momentos lo determina el valor que les damos. Al hablar de esto no me refiero a ponerlos en una escala de cero a diez, ya que cada mal momento, leído desde un momento particular de la vida, podría obtener un “puntaje” diferente.

Acá es donde se levanta una diferencia entre lo que espera Dios de nosotros, a través de la obra del Espíritu Santo, y lo que nosotros mismos queremos preservar en nuestras mentes y corazones. La razón: estamos “cómodos” con la forma en la que esos recuerdos o malas experiencias moldean o impactan nuestras vidas.

De la calamidad, en ocasiones, surgen las fuerzas, pero también lágrimas, desánimo y  sensación de indefensión. Considerando que la vida está en constante movimiento, puedo decir que incluso aquello que hace años te llenaba de valor, hoy puede ser razón de tu inseguridad. Cada mal momento de tu vida tiene un valor, y si permites que Dios emplee esos momentos como insumo para renovar tu corazón, mente y vida te aseguro que vas a ser transformado.

La Biblia narra la historia del Rey David, un hombre corriente, como tú y como yo, que pasó de cuidar el rebaño de su familia a ser rey de una nación. Alcanzado por sus malos momentos y decisiones, David fue perseguido por su antecesor, su hijo y sus enemigos. Sin embargo en diversos momentos, Dios le dio una mano. La historia de David puede ser leída como una historia de éxitos o de fracasos. Pese a ello, desde el punto de vista de Dios, fue una vida que le permitió ser considerado como un hombre conforme al corazón de Dios, porque permitió que le alcanzara con su amor.

“Tras destituir a Saúl, les puso por rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero.”

Hechos 13:22 – NVI

Muchos de esos malos momentos fueron escritos por David en el libro de los salmos, pero en este mismo libro encontramos como Dios le da una mano.

“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”

Salmo 40:1-2 – NTV

Como sucedió con David, nuestro Dios está dispuesto a extender su mano con amor a pesar de nuestros errores o fracasos, a transformar nuestra corazón y mente para ayudarnos a reinterpretar nuestros malos momentos con el propósito de vivir de forma plena y próspera, si reconocemos que siempre que necesitaremos de Él, y de la obra de Jesús en nuestra vida.

¡Una manita desde el cielo siempre será necesaria si quieres cambiar tu vida!

Hoy te bendigo!

Escrito por Jonathan González (@achristian_walk) para www.conectadosconcristo.com