Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo. Juan 16:33

Esta es una de las promesas de Dios que más me cuesta leer, pero la asumo como eso, una promesa. Realmente no me gusta cómo suena, tampoco me imagino repetir ese versículo todos los días al salir de casa, pero es definitivo: Dios nos ha prometido tener problemas, pruebas y tristezas. ¿Qué hacer cuando no nos gusta lo que nos dice Dios? ¿Cómo vivir con una sentencia de fracaso? Quiero que hablemos un poco de este tema y develemos la intención real de Dios y la manera en que debemos actuar como sus hijos para hacerlo bien.

Quiero empezar diciéndote que vas a fracasar, definitivamente lo vas a hacer. El problema del fracaso no es éste en sí mismo sino la manera en cómo lo interpretamos. Si entendiéramos que el fracaso solo es acumulación de experiencia y aprender cómo no se hace, nuestra vida cambiaría. Le temeríamos menos. Pero el fracaso también es un engaño pues suena a definitivo y no lo es. El fracaso lo es sólo si te quedas en el piso destruido y te das por vencido y eso espero que no sea lo que quieras hacer. Siempre hay una nueva oportunidad después del fracaso, siempre hay esperanza y cómo tomes esa situación en tu vida, así mismo podrás salir o estancarte en ella. No es lo que es sino cómo reaccionamos ante el fracaso lo que nos hace fracasados o exitosos.

Hace 11 años mis papás perdieron todo por lo que habían trabajado por más de 15 años. Se hicieron maslos negocios, se descapitalizó poco a poco todo hasta quedarnos cuatro hermanos y nuestros papás en una situación realmente difícil. Después de todo el desastre, sólo quedaban 12 millones, los cuales invirtieron en una casa de inversiones en Zipaquirá que les daba un poco de intereses. Un día oscuro en mi vida pude sentir lo que llamaban fracaso acariciándome las mejillas cuando mi papá me llamó y muy triste me contó que la última esperanza, el último dinero se había perdido. Que la casa de inversiones había desaparecido. Me sentí en lo profundo del abismo. Parecía que nada podía ser peor hasta aquel momento, pero sí que podía. Estaba a punto de llorar y mi papá me dijo que no importaba, que nos íbamos a levantar nuevamente con la ayuda de Dios, que lo mejor estaba por venir, que nos habíamos equivocado, pero aprenderíamos de esa situación para ser mejores. Cuando dijo eso, me partió el corazón. ¿Cómo es posible que en medio de todo esto tan horrible tengas esperanza?  ¿Cómo es posible que digas todo eso cuando debiera haber odio en tus palabras? Ese día mi papá me dio una lección, así como él mismo la estaba recibiendo. La primera: la esperanza no debe estar en el dinero, la esperanza debe estar en Dios. La segunda:  después de fracasar solo queda un camino lleno de aprendizaje, después de la caída viene el levantarse porque de otra manera le daremos derecho al enemigo a llamarnos fracasados y realmente tendrá razón.

El fracaso es algo mental, tú decides si ser un fracasado después de la caída. Lo cierto es que como promesa de Dios debemos ser formados por las pruebas. Lo importante no es el fracaso, es la actitud que tomas hacia la situación lo que hará la diferencia. La tristeza es algo natural y no es mala a menos que la hagas tu compinche. Toma aire y vuelve a soñar, no fracasaste, sólo aprendiste cómo no se hace, siempre hay esperanza si Dios está en ti, siempre hay esperanza y nuevas oportunidades. No hay nada que te pueda quebrantar si tú no lo permites. Vas a fracasar, pero te levantarás más fuerte. Vas a tropezar, pero el raspón sacará una piel más gruesa. Te golpeará la vida, pero eso te hará más resistente. Eres más que vencedor. Si quieres conquistar tendrás que salir a la guerra, equivocarte, perdonarte. Caer y perdonarte. ¡Aprender y levantarte! ¡Vamos que todo es posible para los que amamos a Dios!

¡Bendiciones emprendedor!

Escrito por David Andrés Rincón para www.conectadosconcristo.com