Estas últimas semanas han sido particularmente alteradas, pareciera que no tengo control de mis cosas, mi tiempo ni mis emociones. Sentía que las horas pasaban como segundos y que de repente la mañana se convertía en noche, sin poder haber cumplido a satisfacción con lo que había puesto en mi lista de quehaceres.

Y mientras trataba de organizar mis días, más me sentía cargada, sobresaturada, sobre programada. No veía salida a la mala rutina en la que había convertido mi vivir, al contrario, cada noche esperaba que el día siguiente fuera diferente, fuera productivo y que al caer el sol por fin lograra decir: “puedo descansar tranquila”.

Entonces, sin esperarlo, Dios me dio un sacudón que me despertó del desbarajuste en el que estaba convirtiendo mi vida y Él, con amor, me hizo entender que algo estaba mal.  Hice un alto y me di cuenta de algo terrible: ¡estaba deprimida! Yo, que había hecho todo lo posible por cortar con cadenas generacionales de tristeza y depresión, había caído en lo que tanto criticaba, estaba repitiendo patrones que había rechazado de tajo, hasta con rabia y algo de orgullo. Estaba deprimida.

En medio de este mar de emociones cuestionadas, sentí la infinita misericordia de Dios, que me miraba con amor mientras yo me ahogaba en un vaso de agua. Sentía cómo Él con su paciencia me calmaba, me reposaba y tranquilamente me decía que debía ser menos Martha y más María (Lucas 10:38-42), que debía fijar mi mirada en Sus cosas y que Él se encargaría de las mías.

Fue ahí cuando entendí el valor de la libertad que había comprado Cristo en la cruz, esa libertad que me había heredado para que yo fuera feliz, para que disfrutara de mi vida y para que disfrutara de los tesoros que me había entregado. Entendí que era libre aún para equivocarme, y con esto no me refiero al libertinaje de pecar deliberadamente, sino el permitirme vivir en libertad de disfrutar el caminar y caerme y aprender de mis errores, sabiendo que siempre tendré a mi ´Papito´ que me restaura y me ama tal como soy.

Poco a poco todo va tomando orden en mi vida, no de la noche a la mañana, ni mágicamente, pero si con la certeza que da el depositar toda carga en el único que me puede hacer descansar.

“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.” Mateo 11:28 (NVI)

Escrito por Marian Vargas para www.conectadosconcristo.com